CLARO QUE HAY SOLUCIÓN, SÓLO QUE AÚN NO LA HAS ENCONTRADO

martes, 3 de mayo de 2016

¡Coge tu culpa y corre!

Todos los días intentamos comer acorde con la dieta que nos hemos planteado pero nuestras propias debilidades consiguen que fracasemos en nuestros intentos de ser firmes. Una y otra vez caemos en las terribles tentaciones del azúcar o los hidratos o las grasas que no entraban en nuestro guión gastronómico. Entonces viene la culpa.  Es una culpa que avergüenza, que hace que te sientas mal contigo mismo y que además no confiesas porque sabes que te van a criticar, te van a decir que no tienes fuerza de voluntad, que no eres firme en tus propósitos y, por tanto, que no eres digno de confianza.

Es una culpa demoledora. En realidad no deberías sentirte así. Este tipo de culpa no sirve para nada, sólo para que te sientas mal contigo mismo. Sin embargo, es muy difícil librarse de ella. Es un ciclo muy común que no se produce sólo por el acto de comer sino porque aquellos alimentos que comemos nos producen dopamina y serotonina, los mismos neurotransmisores que desaparecen cuando los niveles de azúcar en sangre bajan: no soportamos el hambre y nos autoengañamos diciéndonos a nosotros mismos que sólo va a ser un poco, comemos hasta sentirnos saciados e incluso mucho más antes de llegar a esa sensación porque hemos comido tan rápido que la señal de hartazgo ha llegado tarde y después cargamos con un quintal de culpa coincidente con la presión intestinal porque sabes que no sólo has saltado la dieta sino que además te has pasado bien.

Es un ciclo vicioso porque te sientes mal contigo mismo, te repites que no lo vas a volver a hacer pero tu firmeza dura lo que dura tu necesidad de alimento. 

Poco a poco te vas sintiendo peor contigo mismo y además te sientes atrapado porque ves cómo irremediablemente te diriges hacia una espiral que conoces bien donde lo único que ocurre es que te está estrecha la ropa.

Pero hay una forma de utilizar la culpa a tu favor. Es un truco que te ayuda a sentirte mejor contigo mismo y a vencer esa espiral.

Zapatillas rotasLa culpa es tu gran aliada, aunque no lo creas. Lo que falla no es la fuerza del sentimiento sino los propósitos planteados y es que cuando nos sentimos culpables nos decimos: "voy a estar un día sin comer", "voy a comer sólo piña" o "me voy a tirar una semana sin comer pan"... estos propósitos fallan en cuanto nos viene la primera oleada de hambre. Además es un propósito pasivo, no activo. Es un propósito en el que debemos esperar a que nos venga el reto de comer y para entonces ese sentimiento de culpa ya no es tan intenso como justo después de comer.

Cuando sientas culpa, aprovecha para hacer ejercicio. Si es la culpa de recién lleno, vete a caminar y camina tanto como tu culpa te acompañe, camina hasta que dejes de sentir la culpa, hasta que sepas que lo has hecho bien. Ponte tus viejas zapatillas, tus compañeras de batalla y elimina la culpa. Siente cómo a la vez que baja tu hinchazón abdominal, también se reducen esos terribles sentimientos y empieza a amar tu culpa porque te ayuda a amarte a ti mismo... usa la culpa a tu favor, no desperdicies ni un sólo minuto de esta culpa porque no es el sentimiento del fracaso, en absoluto, es el empuje que necesitas para llegar a conseguir tu meta.


¡USA LA CULPA!

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