
Entonces tuve que decidir si me comía el gofre y lo apuntaba en la lista, o bien me lo comía y no le decía nada al nutricionista omitiéndolo en la lista. También podía elegir no tomarme el postre.
La primera de las opciones era impensable. No podría reconocerle al nutricionista que me había comido un gofre, qué pensaría de mí, que soy inconsistente, que no soy capaz de llevar una dieta, que por eso estoy obesa... Así que la cosa estaba entre la segunda opción, mentir, o la tercera, no tomármelo. Normalmente me cuesta mucho trabajo mentir, no está en mi forma de ser, me produce un conflicto incómodo, no es que no lo haya hecho nunca pero sí es molesto. Por eso aposté por no tomármelo y así no tener que apuntarlo.
Todo lo que haces público pasa por tu propia censura. No te comerías en público un dulce, no confesarías en público todo lo que has comido entre horas. Y para lo positivo también funciona: podrías hacer públicas las veces que haces ejercicio haciéndote un selfie con tu maya de gimnasia. No te saltarías tu deporte para poder seguir colgando el selfie. Es más, si haces un vídeo semanal de tus logros para que la gente te aplauda por el esfuerzo te animarías a ser constante. Así que el truco está en hacerlo todo público.
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